El lado más personal de Carolina Yuste: de ser víctima del 'bullying' a ayudar de voluntaria a un campo de refugiados

La actriz extremeña, nominada en los Goya por su papel en 'La Infiltrada', sufrió acoso escolar cuando era joven.

Feb 8, 2025 - 17:45
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El lado más personal de Carolina Yuste: de ser víctima del 'bullying' a ayudar de voluntaria a un campo de refugiados

Ella ya lo ganó. O sea, que ya tiene uno de los cabezones en casa. Pero eso no quita que la ilusión y los nervios desaparezcan. Al fin y al cabo, tampoco es la primera vez que está nominada en la categoría reina de interpretación femenina. Carolina Yuste, quien se llevase el Goya a mejor actriz secundaria en 2019 por Carmen y Lola, repitió experiencia en los premios del cine español el año pasado, cuando era una de las candidatas a llevarse el galardón por su papel de Conchita en Saben aquell, el biopic del humorista Eugenio que realizó David Trueba.

Y este año vuelve a estar nominada por La infiltrada, en la que ha encarnado a Aranzazu Berradre, si bien su verdadero nombre era Elena Tejada, la única mujer que se llegó a infiltrarse con éxito en la banda terrorista ETA. Lo que demuestra una enorme versatilidad —no por nada tras terminar sus estudios en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, empezó a cursar Antropología por la UNED— de esta actriz extremeña, nacida en Badajoz a finales de julio de 1991, que, sin embargo, cree que por ser "morena y con la nariz grande" en ocasiones no encaja "en el perfil que se busca en los proyectos de cine que se hacen en este país", como afirmó en la revista Esquire.

Pero nunca se le ha pasado por a cabeza desistir. Y el tiempo le ha acabado dando la razón. Por un lado, porque su sueño era ser bailarina. "Cuando acabé el bachillerato, me vine a Madrid con la intención de entrar en un conservatorio de danza, aunque no tenía técnica suficiente. Me presenté, suspendí y me alegré, porque luego conocí a un profesor de interpretación, probé y me enganchó", rememoró. Pero, por el otro, porque al cabo su infancia tuvo ese poso amargo del bullying.

"Sufrí acoso escolar en la adolescencia y no sé muy bien por qué. Imagino que se debió a ese individualismo que impera en la sociedad, a ese 'yo gano si tú pierdes', a compararse constantemente con el otro y a la falta de educación emocional que hay en las aulas. La verdad es que me lo hicieron pasar regular. Estaba sola y sentía vergüenza al pensar que esto me estaba pasando precisamente a mí, que soy extrovertida, fuerte, con carácter y coraje", reveló.

Debido a este infame episodio, de hecho, se pueden entender varias de las actuales ideas que vertebran la vida de Yuste. No solo en los nuevos caminos de su vertiente profesional, pues en la primavera del año pasado estrenó Don’t fuck with Carrie, su primera obra de teatro como directora —ha trabajado en más de una docena como actriz—, que precisamente trataba este tema, sino también su pulsión progresista.

"Estoy segura de que si tengo conciencia social y pongo mi granito de arena cuando puedo es porque tengo ojos y oídos y he vivido injusticias que han despertado mi empatía", matizó la hija del también actor Juan Yuste. "El feminismo, el ecologismo y el antifascismo deberían ser temas transversales que nos uniesen a todos", ha declarado con rotundidad —en 2021, al periódico El Mundo—.

Es más, su activismo por diversas causas sociales es un pilar regio y fundamental en su vida. Por ejemplo, en 2021, Carolina se fue como voluntaria al campo de refugiados de Samos, en Grecia, junto a otros compañeros. "A veces me pregunto qué está en mi mano para intentar cambiar algo de toda esa puta mierda, pero sin intentar ser la mujer privilegiada que va de salvadora", quiso dejar claro en Público, así como que "sigue aprendiendo" cada día.

Y lo que está en su mano, no tiene duda en llevarlo a cabo. Tomar partido hasta mancharse, que diría Gabriel Celaya —de hecho, la literatura es una de sus grandes pasiones, leyendo obras de grandes plumas como Angélica Liddel, Mark Fisher, Simone Weil, Virgine Despentes o Anne Sexton—. Por eso no dudó en su momento en pronunciarse sobre las acusaciones de violencia sexual contra Carlos Vermut, director con el que había trabajado en Quién te cantará, recalcando que "es importantísimo poder alzar la voz y entender que hay estructuras y compartimentos que tienen que acabar ya".

O en hacer pública su bisexualidad y su pertenencia, por tanto, al colectivo LGTBI. En el pódcast Está el horno para bollos, la intérprete reveló que se dio cuenta muy joven de que lo que a ella le gustaba era "la persona". "Luego sí que es verdad que he sido bisexual en prácticas más mayor. En la adolescencia, donde yo vivía o el contexto que a mí me rodeaba, no tenía referentes: o eras lesbiana o eras hetera. Pero yo recuerdo que decía: 'Creo que soy bisexual porque tengo relaciones con chicos pero a mí también me gustan las mujeres", afirmó.

Pero ello le ha hecho también ser reacia y hermética a la hora de hablar de su vida privada. No ya porque, dependiendo de con quién esté, haya sentido que estaba "traicionando" a una parte del colectivo —aunque, como explicó en Esquire, cuando dice que es bisexual lo hace porque considera "que a nivel político y social es importante visibilizar una diversidad de experiencias, de discursos, de identidades y de lenguaje"—, sino porque su única relación conocida, que comenzó en 2015 y duró dos años, fue con Jaime Lorente, con quien coincidió en la obra de teatro Funteovejuna.

Desde entonces no ha publicado nada en su Instagram, donde tiene más de 165.000 seguidores, que deje entrever otra relación que la que mantiene con la literatura, su trabajo y la comida y la vida sana, que proyecta a través de su afición por el deporte —se ha vuelto muy aficionada "al rocódromo y al baile en barra"—. O, claro, por su tierra, de la que se siente muy orgullosa.

Allí, en Badajoz, estuvieron muy cerca de nombrarla hija predilecta de la ciudad, todo un honor para una pacense como ella. Sin embargo, la propuesta no terminó de salir adelante debido al rechazo de un concejal del Partido Popular, el cual argumentó que quizá se trataba de una decisión prematura. Quizá ahora, después de su tercera nominación a los Goya —y quién sabe si el segundo cabezón en su casa—, ese argumento no sea obstáculo.