La España del megáfono averiado
Sí, Sánchez ha cometido errores y algunos graves, pero ni tiene un plan para acabar con la democracia, ni quiere matar a Ayuso, ni está cercado por la corrupción. Una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad. Tampoco la de que "hay decenas de cargos del Gobierno imputados en tramas de corrupción", como ha dicho solemnemente FeijóoAyuso denuncia un espionaje a su entorno porque se borraron sus WhatsApp con Sánchez en la pandemia Otra vez la dinámica destructiva y faltona con la que abonar la polarización y dinamitar la convivencia. Sí, Sánchez ha cometido errores y algunos graves, pero ni tiene un plan para acabar con la democracia, ni quiere matar a Ayuso, ni está cercado por la corrupción, como sostiene solemnemente Alberto Núñez Feijóo. Una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad. Tampoco la de que hay decenas de cargos socialistas imputados. Hay un exministro, que además fue secretario de Organización del PSOE, al que se le investiga por supuestos delitos de tráfico de influencias, organización criminal, cohecho y malversación. Y no es poco. Es mucho, es grave y es un escándalo mayúsculo. Pero, hasta donde alcanza la investigación judicial, de momento no hay más cargos socialistas encausados en la trama a la que se vincula a José Luis Ábalos, salvo Koldo, su ex mano derecha. Todas y cada una de las acusaciones que el empresario Víctor de Aldama ha vertido contra otros ministros o cargos del PSOE no han sido probadas, incluso alguna de ellas fue desmentida por la Fiscalía Anticorrupción, como fue el caso de las cuentas corrientes con varios millones de euros en el extranjero que el conseguidor atribuyó en una emisora de radio a la esposa del presidente del Gobierno y a la vicepresidenta primera. Si estamos o no, como sostiene Emiliano García Page, ante una bomba de racimo, el tiempo y los tribunales lo dirán, pero en la España de 2025 no hay una preocupación real entre la ciudadanía por los escándalos de corrupción, como la había en los 90 durante el último gobierno de Felipe González o cuando los tribunales investigaban más de media docena de casos que salpicaban a un PP que durante 20 años, según quedó acreditado judicialmente, se financió de manera ilegal. Lo que hay es un megáfono averiado que a diario martillea con asuntos que, de no ser por el uso torticero que las organizaciones ultraderechistas hacen de la acusación popular y por la disposición de determinados jueces a abrir causas con la mera publicación de recortes de prensa -algunos de ellos falsos-, apenas habrían tenido recorrido en los tribunales. Ejemplo: al Fiscal General del Estado se le investiga presuntamente por revelar un secreto que no era tal porque los datos reservados del novio de Ayuso -que es el origen de todo esto- los manejaban no menos de un centenar de personas entre fiscales, funcionarios, periodistas y cargos de la Comunidad de Madrid. Ahí va otro: un juez por tres veces apercibido por la Audiencia Provincial de Madrid y de apellido Peinado ha imputado a la esposa del presidente del Gobierno por presuntamente haber influido en el rescate de una aerolínea durante la pandemia. Operación que pasó no sólo por los controles de fiscalización de la Administración del Estado sino también por el filtro de la Justicia europea. Claro que también la investiga por la dirección de una cátedra que ya dirigía antes de que Sánchez habitara en La Moncloa y por el registro de un software que la Universidad Complutense le indicó que debía registrar. No contento con ello, el instructor ha convertido a 4 testigos en imputados por no declarar lo que él esperaba que dijeran: un empresario, una asesora de Moncloa, un ex consejero del PP y un rector de Universidad. Los medios de comunicación llevan meses dedicados a la fabricación de titulares con los que informar a sus lectores de la evolución de ambos casos y aunque, ciertamente, sería extraño que en un sondeo los ciudadanos admitieran estar al tanto de los detalles de ninguno de ellos, ahí siguen las portadas. Un día y otro y otro… Como si el mundo girara en torno a esto y con la que está cayendo tras la reelección de Trump y sus estrambóticas y fascistas primeras decisiones. Ah, y no se olviden que hay otro asunto judicializado más que afecta al hermano de presidente Sánchez, porque otra juez ha decidido averiguar si se sirvió de su parentesco para obtener una plaza en la Diputación de Badajoz como jefe de la Oficina de Artes Escénicas, pese a que su hermano, cuando se creó el cargo, no era presidente ni tampoco secretario general del PSOE. La causa también se abrió después de una denuncia de Manos Limpias -como todas ellas- con información falsa del patrimonio de David Sánchez Pérez Castejón, que acaba de anunciar que tira la toalla y que abandona el cargo, seguramente harto de verse cada día en los informativos como si fuera un delincue
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Sí, Sánchez ha cometido errores y algunos graves, pero ni tiene un plan para acabar con la democracia, ni quiere matar a Ayuso, ni está cercado por la corrupción. Una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad. Tampoco la de que "hay decenas de cargos del Gobierno imputados en tramas de corrupción", como ha dicho solemnemente Feijóo
Ayuso denuncia un espionaje a su entorno porque se borraron sus WhatsApp con Sánchez en la pandemia
Otra vez la dinámica destructiva y faltona con la que abonar la polarización y dinamitar la convivencia. Sí, Sánchez ha cometido errores y algunos graves, pero ni tiene un plan para acabar con la democracia, ni quiere matar a Ayuso, ni está cercado por la corrupción, como sostiene solemnemente Alberto Núñez Feijóo. Una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad. Tampoco la de que hay decenas de cargos socialistas imputados.
Hay un exministro, que además fue secretario de Organización del PSOE, al que se le investiga por supuestos delitos de tráfico de influencias, organización criminal, cohecho y malversación. Y no es poco. Es mucho, es grave y es un escándalo mayúsculo. Pero, hasta donde alcanza la investigación judicial, de momento no hay más cargos socialistas encausados en la trama a la que se vincula a José Luis Ábalos, salvo Koldo, su ex mano derecha.
Todas y cada una de las acusaciones que el empresario Víctor de Aldama ha vertido contra otros ministros o cargos del PSOE no han sido probadas, incluso alguna de ellas fue desmentida por la Fiscalía Anticorrupción, como fue el caso de las cuentas corrientes con varios millones de euros en el extranjero que el conseguidor atribuyó en una emisora de radio a la esposa del presidente del Gobierno y a la vicepresidenta primera.
Si estamos o no, como sostiene Emiliano García Page, ante una bomba de racimo, el tiempo y los tribunales lo dirán, pero en la España de 2025 no hay una preocupación real entre la ciudadanía por los escándalos de corrupción, como la había en los 90 durante el último gobierno de Felipe González o cuando los tribunales investigaban más de media docena de casos que salpicaban a un PP que durante 20 años, según quedó acreditado judicialmente, se financió de manera ilegal.
Lo que hay es un megáfono averiado que a diario martillea con asuntos que, de no ser por el uso torticero que las organizaciones ultraderechistas hacen de la acusación popular y por la disposición de determinados jueces a abrir causas con la mera publicación de recortes de prensa -algunos de ellos falsos-, apenas habrían tenido recorrido en los tribunales.
Ejemplo: al Fiscal General del Estado se le investiga presuntamente por revelar un secreto que no era tal porque los datos reservados del novio de Ayuso -que es el origen de todo esto- los manejaban no menos de un centenar de personas entre fiscales, funcionarios, periodistas y cargos de la Comunidad de Madrid.
Ahí va otro: un juez por tres veces apercibido por la Audiencia Provincial de Madrid y de apellido Peinado ha imputado a la esposa del presidente del Gobierno por presuntamente haber influido en el rescate de una aerolínea durante la pandemia. Operación que pasó no sólo por los controles de fiscalización de la Administración del Estado sino también por el filtro de la Justicia europea. Claro que también la investiga por la dirección de una cátedra que ya dirigía antes de que Sánchez habitara en La Moncloa y por el registro de un software que la Universidad Complutense le indicó que debía registrar. No contento con ello, el instructor ha convertido a 4 testigos en imputados por no declarar lo que él esperaba que dijeran: un empresario, una asesora de Moncloa, un ex consejero del PP y un rector de Universidad.
Los medios de comunicación llevan meses dedicados a la fabricación de titulares con los que informar a sus lectores de la evolución de ambos casos y aunque, ciertamente, sería extraño que en un sondeo los ciudadanos admitieran estar al tanto de los detalles de ninguno de ellos, ahí siguen las portadas. Un día y otro y otro… Como si el mundo girara en torno a esto y con la que está cayendo tras la reelección de Trump y sus estrambóticas y fascistas primeras decisiones.
Ah, y no se olviden que hay otro asunto judicializado más que afecta al hermano de presidente Sánchez, porque otra juez ha decidido averiguar si se sirvió de su parentesco para obtener una plaza en la Diputación de Badajoz como jefe de la Oficina de Artes Escénicas, pese a que su hermano, cuando se creó el cargo, no era presidente ni tampoco secretario general del PSOE.
La causa también se abrió después de una denuncia de Manos Limpias -como todas ellas- con información falsa del patrimonio de David Sánchez Pérez Castejón, que acaba de anunciar que tira la toalla y que abandona el cargo, seguramente harto de verse cada día en los informativos como si fuera un delincuente común y no un señor que se formó académicamente en EE.UU, se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en ICADE y, después, se trasladó a Rusia para formarse como director de orquesta en el Conservatorio Estatal de San Petersburgo, donde obtuvo matrícula de honor en la Cátedra de Composición Musical y Dirección Operística.
No, David Sánchez Pérez Castejón, no es un comisionista que se forrara con la venta de mascarillas en pandemia, ni ha quintuplicado su patrimonio al calor de la actividad política de su hermano, ni ha pasado de ser un “técnico sanitario” a un “empresario brillante” que creaba sociedades pantalla para evitar el pago de impuestos. Lo suyo siempre fue la música y durante años amplió su formación en varios centros de Europa. Ha vivido en Lucerna, Milán y Siena y fue becado en importantes programas de residencia artística en Tokio y Toulouse, por lo que, además del español, habla con fluidez ruso, inglés e italiano, además de tener conocimientos avanzados de francés y alemán.
Y es probable que, tras renunciar al cargo por el que se le investiga, decida volver a buscarse la vida fuera de esta España de megáfono en la que la derecha, con ayuda de sus voceros, pretende arrogarse la posesión de la verdad, incluso la judicial cuando aún no existen ni sentencias de por medio.
Y esto pasa con un Feijóo del que sus exégetas decían, cuando tomó las riendas del PP, que era un político de discurso medido, sobrio y sin hipérboles, a la altura de lo que necesitaba España para no despeñarse por la pendiente de la polarización extrema. Él mismo prometía transitar por la centralidad, la fiabilidad, la madurez, el sentido de Estado, lejos siempre de la desmesura y el insulto.
Pues casi tres años después, se maneja por la cosa pública a garrotazo limpio y con una estrategia construida sobre la ofensa y la altisonancia, cuando no sobre la mentira, como hizo este jueves al afirmar que “hay decenas de altos cargos del Gobierno imputados en tramas de corrupción” y que “el hermano de Sánchez cobraba un sueldo sin ir a trabajar”.
P.D. Y sobre la última boutade de Ayuso cuando dijo que Sánchez la quiere matar, calla. Todo un estadista.