La primera vez de Felipe VI en un acto por un represaliado del franquismo: “Es un lavado de cara”
¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ha decidido la monarquía participar en este acto de reparación? Esta es la opinión de diferentes asociaciones memorialistas. La entrada La primera vez de Felipe VI en un acto por un represaliado del franquismo: “Es un lavado de cara” se publicó primero en lamarea.com.
Los restos del eminente humanista Rafael Altamira, represaliado por el franquismo, serán reinhumados este lunes, en el cementerio de El Campello (Alicante), con la presencia de Felipe VI. Será el primer acto de este tipo, relacionado con las víctimas del franquismo, al que asistirá el rey, quien presidirá el evento. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ha decidido la monarquía participar en este acto de reparación?
Las asociaciones memorialistas lo consideran un movimiento de “lavado de cara”, y exigen que la Corona condene el golpe de Estado de 1936 y la dictadura, así como que reconozcan a las cientos de miles de personas represaliadas por el franquismo y no únicamente a personajes de la alta intelectualidad.
“Estamos ante un acto muy modesto y eminentemente propagandístico por parte de la monarquía, al que nosotros no pensamos asistir, aunque nos hayan invitado”, expone Ángel González, presidente de la Coordinadora de Asociaciones Memorialistas del Pais Valencià. Desde su punto de vista, aunque Altamira fuera una figura que contribuyera de forma decisiva al fortalecimiento de la cultura democrática y cultural de la España de su tiempo, que la Casa Real haya elegido esta reinhumación “tiene en cierta forma un toque clasista”.
González recuerda que Felipe VI, hasta el momento, no ha elegido loar con su presencia una exhumación de las tantas miles que se llevan a cabo en España, o una entrega de restos a sus familiares. Solo en el cementerio de Alicante se calcula que fueron enterradas en fosas comunes 750 víctimas, de las que quedan por exhumar unas 350. “Yo denuncio el olvido en el que hemos estado y seguimos estando sumidas todas las víctimas de la dictadura”, añade.
La renovación pedagógica y cultural de Altamira
Rafael Altamira, nacido en 1866, fue uno de los personajes más relevantes en el primer tercio del siglo XX español. Alejandro Tiana, profesor emérito de la UNED y experto en intelectuales de esta época, resume sus grandes aportaciones en tres campos: el educativo, el histórico y el jurídico. “Estuvo siempre muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y fue alumno de Giner de los Ríos. Llegó a ser secretario del Museo Pedagógico Nacional, lo que le permitió estrechar más aún el contacto con Manuel Bartolomé Cossío”, explica este especialista.
Tras lograr una cátedra en la Universidad de Oviedo, Altamira vivió aquellos años en los que predominó por su parte un pensamiento reformista en España de acuerdo a la trabazón entre los sectores intelectuales con los sectores obreros, sobre todo ligados al socialismo, especifica Tiana. “Su paso por esta Universidad le deja un marchamo importante para pensar que la universidad debe tener una función social y pública que debe cumplir con la ciudadanía”, agrega.
En 1911 se convirtió en el primer director general de Primera Enseñanza, unos años en los que predomina la renovación pedagógica que más tarde cristalizaría en la Segunda República. Más tarde consiguió una cátedra en la Universidad Central de Madrid, en donde estudió la historia de América. Además, fue autor del manual Historia de España y de la civilización española, uno de los libros con mayor presencia en las aulas que pasó a la posteridad como el gran acercamiento de los estudiantes al pasado de su país.
Su tercera faceta está íntimamente ligada a las relaciones internacionales. Durante la Primera Guerra Mundial, Altamira tomó partido decidido por los aliados. Poco después, formó parte del llamado Comité de los Diez, quienes en 1921 redactaron los fundamentos de lo que hoy conocemos como Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. “Y llegó a ser uno de sus miembros”, apuntilla Tiana. Su larga andadura académica le hizo merecedor del nombramiento como Doctor Honoris Causa por ocho universidades, entre las que se encuentran algunas tan prestigiosas como La Sorbonne, Cambridge y Columbia.
A pesar de que nunca llegó a estar afiliado a ningún partido político, eran conocidas las ideas republicanas de Altamira. Aquel julio de 1936, el intelectual estaba en Riaza, de donde intentó huir al caer la ciudad en manos de los sublevados en apenas unos días. “Los requetés le detuvieron con la idea de fusilarle, pero al final lo mandaron a Burgos”, subraya Tiana.
Allí, gracias a las relaciones que mantenía con personajes importantes del panorama político y militar, Altamira logró quedar libre bajo el amparo de Miguel Cabanellas, uno de los militares alzados. “Se volvió a La haya, hasta que Países Bajos fue ocupado por los nazis. Después marchó a Bayona, con Francia todavía ocupada, para en 1944 finalmente ir a América”, prosigue el docente de la UNED.
Establecido en México, allí vivió hasta sus últimos días siendo una figura de gran relevancia. Tanto, que fue nominado en dos ocasiones al Premio Nobel de la Paz por sus contribuciones a la sociedad mundial. Todavía le quedaba una última conversación con el régimen español. Franco intentó que regresara a España, pero Altamira se negó. Adujo que solo lo haría cuando se restituyeran “la democracia y las libertades”.
Una figura de “coherencia intelectual”
Tiana considera que “hay que recuperar la memoria de personas como Altamira, pero no solo, que han contribuido a que España fuera lo que fue durante la Segunda República, aunque luego se intentara tapar, ocultar y silenciar su historia de manera durísima”. Además, tilda a Altamira como una figura rodeada de “coherencia intelectual”. Y añade: “Aquí se ve cómo por el franquismo en España tuvimos que prescindir de personalidades del más alto nivel internacional, aunque también de tantas miles otras que murieron asesinadas por el régimen, pero que contribuyeron y mucho a la democracia. No solo se les obligó a irse, sino que se pretendió borrar todo su rastro”.
Tras fallecer en 1951, Altamira fue enterrado en el Panteón Español de México junto a los restos de su esposa, Pilar Redondo. En cambio, mucho antes, en 1935, él ya había afirmado que le gustaría disfrutar de su descanso eterno en España: “el rincón de mis amores más gratos: el Campello”. Hoy, los cuerpos de los dos reposan de manera temporal en el nicho familiar, junto a sus padres, José y Rafaela, y sus abuelos, Juan y Francisca, desde que fueran repatriados el pasado diciembre desde México. A partir del lunes, todos ellos serán inhumados definitivamente y llevados al mausoleo de mármol y granito confeccionado para la ocasión con la presencia de autoridades, como Felipe VI.
Un vínculo cómodo entre monarquía y exilio
Ante este acontecimiento, Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), se remite a la fotografía que ya en su día Juan Carlos I se tomó con Dolores Rivas Cherif, la viuda de Azaña, el 20 de noviembre de 1978. “Ese vínculo con el exilio es mucho más cómodo que cualquier otro. La elección de actos de aproximación de este tipo ya han sido muy explotados políticamente”, sostiene.
El memorialista indica que la presencia del monarca en estos actos es “a todas luces insuficiente”, y expresa: «Habría que denunciar antes los crímenes y las violaciones de Derechos Humanos cometidas durante la dictadura, aquí dentro, en España, y no haber elegido a una persona a la que se le permitió huir del país tras ser detenido por los franquistas”. Silva remarca que Altamira es una figura a la que homenajear, pero también incide en que no es baladí que la Casa Real la haya elegido como forma de acercamiento a la represión sufrida por la dictadura.
El presidente de la ARMH resalta que la presencia de Felipe VI en este tipo de actos no le parece tan importante. El monarca también participará en tantos otros eventos organizados en torno al 50 aniversario de la muerte de Franco, aunque este de El Campello no esté incluido en ellos: “Veremos qué hace el rey cuando se cumplan 50 años de la coronación de su padre”, dice Silva.
Arturo Peinado, presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria, se muestra en la misma línea: “Estamos ante un lavado de cara. Otros jefes democráticos han pedido perdón en nombre del Estado por lo sucedido en sus países durante las dictaduras o la Segunda Guerra Mundial, como ocurrió en Francia y Alemania, pero aquí en España nunca se ha dado nada de eso”, denuncia.
También subraya que la dictadura tuvo dos jefes del Estado, Francisco Franco y Juan Carlos I. “Ahora viene su hijo a solidarizarse con Altamira cuando todavía no se ha dignado a pisar una fosa común”, exclama Peinado. González, el memorialista del Pais Valencià, no tira la toalla: “Aquí estamos y aquí vamos a continuar. Por desgracia somos bastante mayores, pero no nos falta la energía que nos da el convencimiento de que la historia y la justicia está a nuestro favor”.
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