La psicología de Elon Musk, el emperador desnudo
"Musk se cree un titiritero de la política, pero es Trump quien lo maneja. Le dio poder simbólico, lo aduló y lo puso a su servicio", opina el autor. La entrada La psicología de Elon Musk, el emperador desnudo se publicó primero en lamarea.com.
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Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural.
En El traje nuevo del emperador, escrito por Hans Christian Andersen en 1837, unos estafadores convencen al emperador de que pueden tejer un traje invisible para aquellos que sean ineptos o indignos de su cargo. El monarca, temeroso de ser considerado incapaz, finge ver el traje y desfila desnudo ante su pueblo. Todos callan por miedo o conveniencia, hasta que un niño dice en voz alta: «¡Pero si no lleva nada!», revelando la verdad que todos sabían, pero nadie se atrevía a decir. Una escena similar ocurrió recientemente con Elon Musk y la comunidad de jugadores de Diablo IV, un videojuego en línea disponible para ordenadores y videoconsolas de última generación.
En un podcast con Joe Rogan, Musk afirmó estar entre los diez mejores jugadores del mundo. Un logro impresionante si se considera que el juego tiene medio millón de usuarios diarios y que los jugadores en el top 10 dedican entre 10 y 15 horas diarias a perfeccionar sus habilidades.
Sin embargo, cuando Musk transmitió en vivo una sesión de juego, los espectadores quedaron perplejos: el magnate era incapaz de realizar las acciones básicas del juego, pareciendo un completo novato. ¿Cómo era posible que alguien considerado una de las mentes más brillantes de nuestra era demostrara tal torpeza en algo en lo que se suponía que era un experto? La respuesta era tan obvia como decepcionante: Musk había pagado a jugadores profesionales para que compitieran bajo su nombre, permitiéndole presumir de un talento que en realidad no poseía. Una lección kármica sobre psicología: quienes se presentan como figuras infalibles suelen ocultar más inseguridades de las que dejan entrever.
Adrià Porta lo explicó recientemente en el programa La Turra: las figuras que se presentan como fuertes e infalibles suelen esconder muchas más fisuras de las que dejan entrever. Y es esta misma fragilidad la que lo convierte en una marioneta ideal para figuras políticas como Donald Trump.
Musk y la política de la manipulación
La nueva Administración Trump está sembrando el caos a nivel global: amenaza con tomar el canal de Panamá, extorsiona al gobierno danés con la posible compra de Groenlandia, expulsa migrantes indocumentados con violencia, congela los fondos de USAID (la agencia internacional de cooperación), intensifica la guerra de aranceles con México y Canadá, y da carta blanca a Netanyahu para continuar con el exterminio del pueblo gazatí. En medio de este escenario caótico, Musk juega un papel crucial en la agenda política de Trump.
A menudo se le presenta como un titiritero maquiavélico que manipula al presidente para alinear los intereses de la Casa Blanca con los suyos. Sin embargo, la realidad es la opuesta: Trump es quien tiene a Musk bajo su control. Le ha dado un juguete llamado DOGE (Department of Government Efficiency), una agencia adjunta a la presidencia encargada de la “modernización de la tecnología y el software federal para maximizar la eficiencia y la productividad”.
En la práctica, otro instrumento más del desmantelamiento neoliberal del Estado. Preguntado sobre el rol de Musk, Trump respondió: «Solamente tiene acceso a información clasificada para echar a gente que crea que debe salir, y solamente si nosotros lo aprobamos». Trump apunta y Musk ejecuta.
Trump tiene la bestia domada
Pero hay más. Recientemente, Trump anunció la creación de Stargate, una joint venture conjunta entre OpenAI, Oracle, SoftBank y otros socios para expandir la inteligencia artificial en EEUU. Al frente del proyecto situó a Sam Altman, CEO de OpenAI y antiguo socio de Elon Musk en la fundación de la empresa. Su relación terminó en desavenencias estratégicas, y hoy Altman es uno de los principales enemigos del magnate. Poco después de conocer su nombramiento, Musk intentó desacreditar la iniciativa con un post en X diciendo que no disponían de dinero, pero Altman lo desarmó con una respuesta directa: «Es falso, como bien sabes. Lo que está bien para el país a veces no es lo óptimo para tus compañías, pero no dudo que en tu nueva posición pondrás a América primero». Tras eso, silencio. Trump tiene la bestia domada.
Hace pocos años, Musk no era el neoconservador furibundo que es hoy. Apoyó a Obama en 2008 y 2012, a Hillary en 2016 e incluso a Biden en 2020. Nunca había votado por el Partido Republicano ni se había involucrado tan activamente en una campaña. Pero ningún demócrata lo abrazó como lo hizo Trump, que sabe manejar egos frágiles y volátiles como el suyo. Y Musk, necesitado de reconocimiento, se entregó por completo. Craso error estratégico de los demócratas, dicho sea de paso.
Musk puede financiar por sí solo la campaña electoral de Trump, y puede influir en la agenda política y económica a base de tuits. Y, sin embargo, necesita aparecer en el podcast más visto del mundo mintiendo sobre nimiedades. Porque Musk tiene talento, inteligencia, y dinero. Pero no tiene amor. Por eso va desnudo, aunque no siempre nos demos cuenta de ello.
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