A ponerse las pilas en 30 días
La mejor forma de apoyar a la presidenta Claudia Sheinbaum por parte de Morena y su gabinete es cumpliendo a cabalidad con las tareas asignadas por Donald Trump.
La depuración de las listas para competir para una posición de juzgador dejó afuera de estas a personajes non gratos para el oficialismo, como el panista Roberto Gil Zuarth, quien se perfilaba para competir por una plaza de ministro en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
La eliminación forzada de los contras contrasta con la empatía con la que se trata a suspirantes que tienen un buen padrino político que destaca en las filas de la 4T, como por ejemplo Arturo Zaldívar.
A la farsa de la elección de 881 personas que buscan puestos de elección popular para ser jueces, magistrados y ministros, hay que sumar el cinismo de aquellos que fungen como responsables de todo el proceso de insaculación y conformación de los listados finales para incorporar a sus favoritos que buscarán esas posiciones.
En medio de errores, pifias, nombres triplicados, sesiones maratónicas que dan paso al “ajuste final” de las listas en la madrugada, es parte del proceso que lleva el Poder Legislativo para ajustar los listados a la conveniencia del oficialismo y al beneplácito de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.
Entre Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Arturo Zaldívar, Ernestina Godoy, gobernadores y otros tantos hombres y mujeres proclives a cuatroteros, perfilaron a sus alfiles para conformar un nuevo Poder Judicial sometido por el Poder Ejecutivo.
Y luego se quejan porque nuestros vecinos del norte desconfían de todo lo que se hace del lado sur del Río Bravo, si todo es una simulación para fingir que se vive en un régimen democrático, cuando en realidad estamos en los incipientes pasos de una autocracia, en donde se concentra el poder en una sola persona.
Luego del terremoto que significó la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles del 25% a todos los productos mexicanos que tienen como destino la Unión Americana, se tiene un escaso mes para demostrar al principal huésped de la Casa Blanca que los compromisos contraídos en la llamada telefónica que llevaron a cabo ambos mandatarios se cumplirán a carta cabal y ello significa que los flujos migratorios de ilegales que pretenden pasar a la Unión Americana se reducirán a su mínima expresión, que el tráfico del fentanilo también se acotará como nunca, al tiempo de que los cárteles de la droga y los funcionarios cómplices serán sometidos por el Estado mexicano.
Hay otros temas que no son ajenos a la seguridad pública, el trasiego de drogas sintéticas y el intercambio comercial, como es precisamente la solidez del Estado de derecho y un robusto Poder Judicial que sea confiable y de certeza jurídica a nuestros socios comerciales e inversionistas.
Una cosa es la primera batería de demandas del presidente Trump y otra, la retahíla de otros pedimentos que vendrán en cascada, como precisamente el fortalecimiento del Estado de derecho, la alineación política e ideológica a los intereses de América del Norte, entre otros más.
Ante la victoria conseguida por la presidenta mexicana en este primer capítulo del affaire con Trump, es menester que su gobierno se ponga las pilas y sea consistente en sus avances, para lo que necesariamente tendrá que dejar a un lado la herencia maldita de López Obrador, tanto en la manga ancha que le dio a los criminales para incrementar su poderío y control en vastas zonas del territorio nacional, como en el desastre económico y social que le dejó al desmantelar el andamiaje institucional que soportaba las necesidades de millones de mexicanos que viven en situación de marginación y pobreza extrema.
La extinción de los fideicomisos y el uso faccioso de los recursos públicos en las elecciones, ocurrencias, fondeo de los programas de política asistencial y la construcción de obras faraónicas sin ninguna utilidad pública, amén del colapso del sistema de salud, en donde el desabasto de medicamentos encontró su epítome, son solo parte de ese nefasto legado que le ha puesto un grillete en el pie a la doctora que le impide avanzar con mayor celeridad.
La mejor forma de apoyar a la presidenta por parte de sus correligionarios de Morena y rémoras es precisamente cumplir a cabalidad con las tareas asignadas, principalmente a los miembros del gabinete y los líderes del Poder Legislativo, toda vez que buena parte de ellos lleva agua a su molino o al del huésped incómodo de Macuspana.
Los niveles de popularidad y beneplácito que tiene la presidenta por parte de la ciudadanía, que rondan el 81% de acuerdo a la más reciente encuesta de EL FINANCIERO, no se deben dilapidar en simulaciones y luchas intestinas; por el contrario, hay que fortalecerlos para respaldar las acciones necesarias y restablecer la seguridad pública, el Estado de derecho y la gobernabilidad que se ve amenazada por los narcoterroristas.