Gilberto López y Rivas: Claves para enfrentar el trumpismo
Uno. No importa quién llegue a la Casa Blanca, presidentes demócratas y republicanos desarrollan por igual políticas que favorecen los intereses estratégicos y de “seguridad nacional” de las clases dominantes, del Pentágono, las industrias militares y del imperialismo estadunidense, con las variantes y los giros discursivos de cada gobernante. Recordemos, por ejemplo, que Obama deportó a 2 millones 768 mil 357 migrantes sin documentos, esto es, 40 por ciento más que su predecesor Bush, e involucró a su país en la estrategia de guerra permanente, asimétrica y de amplio espectro, duplicando el número de países en que Estados Unidos ejecuta operaciones clandestinas de las fuerzas especiales, manteniendo la infernal e ilegal prisión de Guantánamo, en territorio cubano, y respaldando los golpes de Estado blando en Honduras, Paraguay y Brasil. Este Premio Nobel de la Paz (sic) defendió el derecho a llevar a todos los confines del mundo la guerra de su país contra sus adversarios, bajo la peregrina idea de que “Estados Unidos es la única nación indispensable que existe en el planeta”, y de que a partir de ser un creyente fervoroso del excepcionalismo estadunidense, es posible utilizar la fuerza militar unilateralmente “cuando nuestros intereses esenciales así lo requieran.”
Uno. No importa quién llegue a la Casa Blanca, presidentes demócratas y republicanos desarrollan por igual políticas que favorecen los intereses estratégicos y de “seguridad nacional” de las clases dominantes, del Pentágono, las industrias militares y del imperialismo estadunidense, con las variantes y los giros discursivos de cada gobernante. Recordemos, por ejemplo, que Obama deportó a 2 millones 768 mil 357 migrantes sin documentos, esto es, 40 por ciento más que su predecesor Bush, e involucró a su país en la estrategia de guerra permanente, asimétrica y de amplio espectro, duplicando el número de países en que Estados Unidos ejecuta operaciones clandestinas de las fuerzas especiales, manteniendo la infernal e ilegal prisión de Guantánamo, en territorio cubano, y respaldando los golpes de Estado blando en Honduras, Paraguay y Brasil. Este Premio Nobel de la Paz (sic) defendió el derecho a llevar a todos los confines del mundo la guerra de su país contra sus adversarios, bajo la peregrina idea de que “Estados Unidos es la única nación indispensable que existe en el planeta”, y de que a partir de ser un creyente fervoroso del excepcionalismo estadunidense, es posible utilizar la fuerza militar unilateralmente “cuando nuestros intereses esenciales así lo requieran.”
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