Palito Ortega y Charly García: empezaron como enemigos, pero un desesperado pedido de ayuda los convirtió en hermanos
En los años 70, las constantes críticas del rockero contra las canciones populares del artista tucumano los enfrentaron en la Justicia; décadas más tarde, forjarían una amistad para toda la vida
Transcurría julio de 2008, y la noticia se esparció como reguero de pólvora:”Charly García abandonó el hospital y se recluyó en quinta de ‘Palito’ Ortega”. También se anunciaba que por orden judicial, Charly debía continuar el tratamiento psiquiátrico de forma ambulante y las visitas debían ser previamente “aprobadas por la justicia”.
Por entonces, Charly venía de protagonizar una buena cantidad de escándalos, como el recordado episodio del salto a una pileta desde el noveno piso del hotel Aconcagua, en Mendoza. La historia se repetía. Esta vez, había tenido una crisis de nervios y sufrido heridas al destrozar dos habitaciones del hotel. Como consecuencia, había sido internado en una clínica de esa provincia donde también se le diagnosticó una neumonía. Posteriormente había sido trasladado en avión a Buenos Aires, donde permaneció unos días en el Hospital Argerich. Fue entonces que los médicos dieron intervención a la Justicia y aconsejaron un tratamiento neuropsiquiátrico.
Yendo de la clínica a la quinta
Así las cosas, Charly fue internado en una clínica de rehabilitación, donde permaneció hasta que Palito se acercó al lugar y lo invitó a completar el tratamiento en su casa de Luján, donde convivieron largos meses y sellaron su amistad.
Hay que decirlo, la relación entre Charly y Palito no se había iniciado de la mejor manera. La historia se remonta a 1977, cuando García salió a criticar duramente una de las películas filmadas por Ortega, y Palito no dudó en iniciarle un juicio que terminó con la retractación de García.
Desde entonces transitaron sus propios caminos hasta que en 2005, Luis Ortega, uno de los hijos de Palito, invitó a Charly a un evento en el Faena Hotel donde se produjo un nuevo encuentro. Palito cenaba con sus hijos (Julieta y Luis) cuando llegó Charly y se acercó a saludarlos. Entonces miró a Palito y le dijo: “Palito, no nos peleemos más”. Ese compromiso quedó sellado con un abrazo y dio inicio el vínculo que se afianzó aún más luego de su internación.
“Yo hablé mal de él porque en una época era el enemigo. Pero siempre fui su fan”, declaró Charly por esos días. Las cosas no podían ir mejor. Palito le ofreció su estudio de grabación en Luján y Charly aceptó empezar a grabar Kill Gil en el búnker de su nuevo amigo.
“Con Charly fue una historia muy curiosa. Cuando aparece el movimiento del rock, chocó con El Club del Clan. Nosotros éramos los cantantes populares y el rock vino como un movimiento nuevo, y estaban ahí, muy críticos con nosotros. Pero curiosamente, eso se superó. La primera vez que nos encontramos lo hicimos ante la Justicia, porque Charly dijo no sé qué cosa y se armó un lío bárbaro, entonces los abogados que tenía en ese momento lo hicieron citar y lo obligaron a retractarse”, recordó Palito años después durante una entrevista.
También se refirió al día en que fue a buscarlo a la clínica para invitarlo a mudarse a su casa en Luján: “Ahí él pasó por un momento difícil. Fui a visitarlo, él se paró de su cama y me dijo: ‘Sacame de acá, ayudame’, y ahí empezó la relación. Nos fuimos a Luján, estuvimos un año allá, conviviendo todos los días. Si mañana estoy en Sudáfrica y necesito que venga Charly, yo se que va a venir. Y lo mismo de parte mía. Él sabe que si me llama porque necesita, yo voy a estar al lado de él. Esa es en definitiva la relación que se establece en un momento determinado, donde no juega ningún otro valor más que el afecto. Él es un fuera de serie, un músico extraordinario, -reflexionaba Palito-. Me pareció que había llegado a un punto donde era muy difícil entrar en un proceso de recuperación si no era en un ambiente que lo favoreciera. De ninguna manera se iba a recuperar en un hospital, en una clínica o en una ‘granja’, como les dicen ahora a estos lugares al aire libre donde se recupera gente con adicciones. Le ofrecí a Charly que viniera y le dije: ‘Ahí tenés un estudio de grabación a tu disposición’”.
Como el caso estaba judicializado, Ortega debió pedir la autorización de un juez para su traslado, previa inspección de la casa y el estudio. “Volvieron y me dijeron: ‘Está todo en condiciones, las medidas de seguridad están dadas’”, recordó Palito. Así fue como el juez autorizó a Charly a continuar con su recuperación en la quinta de Luján, con asistencia las 24 horas, atentos a sus sesiones y la medicación.
La lógica de un escorpión
Apenas llegar a la casa, Charly se fue al estudio y se quedó solo, en silencio. Tocó una hora y media de música clásica sin parar. Afuera, Palito escuchaba en compañía de un médico y un ingeniero de sonido que había puesto a su disposición. Cuando terminó, Charly se levantó y fueron juntos a la casa, donde tenía su dormitorio y su privacidad. Así, de a poco, empezó a entrar en otro terreno, rodeado del afecto y el silencio del campo.
Todo empezaba a sosegarse y calmarse a su alrededor. Si quería ir al estudio de madrugada, Palito lo acompañaba. Entonces Charly se sentaba en el piano y si quería grabar, grababa. A 15 metros de la casa principal, el estudio estaba siempre a su disposición. Entonces encendía todo y empezaba a tocar, a buscar sonidos… Tenía largas conversaciones con él mismo.
Luego empezaron a llegar sus amigos músicos: León Gieco, Nito Mestre, Pedro Aznar; el Zorrito, Samalea, al Negrito García López o Kabusacki, entre otros tantos que pasaron por allí. Se metían al estudio y tocaban por horas. De nuevo, Charly se encontraba en el mundo que más amaba, el mundo de la música, una de las claves de su lenta recuperación. Y así, con el transcurso de los días y, las semanas y los meses, empezó a mejorarse, hasta que le dieron el alta.
Años después, el propio Charly recordó aquellos días sombríos que se sucedieron tras la última crisis: “Un día me internaron, me vino a buscar (Palito Ortega). Era la última persona en el mundo que pensaba que iba a hacer eso. Me dio un hogar, un estudio y su familia. La luchó como un loco, porque me iban a meter en un lugar peor. Pero él hizo los trámites… Palito me salvó la vida. Es un tipo increíble. Yo no salí de ningún infierno. Yo fui víctima de la ignorancia y el prejuicio de los que estaban cerca de mí… No era esa la manera (…)”. “Si Palito no aparecía, yo la estaría pasando muy mal, me estaría cortando las venas (…). Fue un salvador. Me sacó del infierno en un momento, se lo voy a agradecer toda la vida”, declaró en distintas oportunidades.
Al año siguiente, durante una larga entrevista concedida a la revista Rolling Stone, lo rememoró de esta manera: “En ese momento yo pensaba que no iba a poder tocar más, porque veía que no podía tocar el piano. Eso recién cambió el primer día de ensayo en la sala: con el Zorrito e Hilda y una máquina de ritmos TR 808. Musicalmente, fue como empezar por la parte de arriba, no por la base, deliberadamente: las voces y el teclado. Pero yo tenía la idea de que eso iba a funcionar cuando se juntara con la base y las guitarras. Ahí fue que se sumaron los chilenos que venían tocando conmigo. Aunque muchos creían que no encajaría perfectamente, suena impresionante. Yo estoy muy contento”, señalo entonces.
Y sumó: “Pasé por muchos doctores y clínicas, y cada uno tiene su fórmula. Algunas cosas me hicieron muy mal. Tuve que poner muchos huevos para salir adelante y hacer todo lo que tenía que hacer, en Luján, con los médicos allá. Pero ahora voy de motu proprio a Ineco [la clínica]. Todos los días. Y entre la fuerza de voluntad y Dios que me ayuda un poco, se produjo el milagro. Creo que estoy cantando como nunca, concentrado en cada nota y escucho esa música que produce la banda… Es como estar arropado por terciopelo”, decía Charly.
Desde entonces, a Palito le gusta recordar aquellos días de convivencia con Charly como una etapa inolvidable de su vida: “Él sabe que yo soy un hermano. Es una persona que me regaló momentos inolvidables de charla, de noches de insomnio en las que su cable a tierra era sentarse y tocar y tocar. Hubo momentos muy difíciles que pilotear. Con muchos amigos viví historias, pero lo más fuerte que viví con un amigo fue con Charly, un ser de una inteligencia superior y un músico sublime. Nunca en la vida imaginé que podía tocar con semejante musicalidad, conocimiento, técnica, sensibilidad. Tocaba una sonata muy triste y yo veía que entregaba todo, que metía su alma en el piano. Todo esto quedó grabado a fuego para los dos. Y los dos lo sabemos”.