Terminator es más sexy que la productividad
El aumento de productividad es un buen caso para la inteligencia artificial, pero el pánico moral con respecto a ella ha prevalecido
¿De dónde está saliendo el asombroso aumento de productividad del último año en Estados Unidos? Hablamos del 3,4% en un año, cuando la media de los años pre pandemia era del 1,1%.
Al compartir estos números, Brynjolfsson no se moja sobre las causas. Pero en los comentarios a su tuit aparecen varias teorías: el teletrabajo (aquí los pro remoto), anomalías numéricas que distorsionan las estadísticas tras el Covid-19, que se ha despedido a los más improductivos (estos serán consultores).
Hay una sospechosa que aparece, pero menos: la adopción de inteligencia artificial por empresas y trabajadores. No hay un análisis riguroso de su aportación en este caso, pero sí que tenemos estudios e indicios que nos animan a pensar en la IA como una contribuyente neta a la productividad. Fernando Polo recogía varios en su lista de correo y añado alguno más: OECD, McKinsey, el CEPR, PWC…
A la contra de este argumento tenemos tesis como la de que antes de ayudarnos con la productividad va a hacernos perder mucho tiempo y la de que la IA generativa de esta generación no está preparada para su uso en producción y, o bien nunca lo estará, o no lo estará en unos costes que la hagan rentable. Estaríamos en un momento de hype desmedido o incluso en una burbuja (lo discuto aquí). También tenemos posiciones decrecentistas, que defienden que es preferible ser más pobres a realizar mayor gasto enérgetico.
Es quizás el sesgo personal, por lo útil que me resulta, que tiendo a quedarme con el escenario de que la IA es un gran impulsor de productividad para trabajadores del conocimiento. Los optimistas con la inteligencia artificial para la productividad creo que nos veremos reflejados en esta pieza de Brian Albercht: integrar esta tecnología nos va a devolver a los crecimientos de los 90s y los 00s. Y, defiende el autor, Estados Unidos es el mejor posicionado para su creación y adopción.
Y con esta idea me he acercado al documento más importante en política económica en la Unión Europea en años. Me refiero al informe de Mario Dragui, “Competitividad en la UE: De cara al futuro”.
La primera parte empieza con este gráfico: el 72% de la diferencia de renta entre Estados Unidos y la Unión Europea se explica por la mayor productividad allí.
Creo que marida bien con este otro del FT, la diferencia de productividad entre EEUU y la UE se está agrandando.
Entre el informe y sus declaraciones en la presentación, Dragui dibuja un escenario fatal: la UE está matando a sus empresas a base de sobreregular, ya estamos quedándonos atrás en tecnología e innovación, o reaccionamos de manera radical o estamos abocados a una lenta decadencia.
Hice una lectura rápida en Twitter sobre la parte del informe que cubre digital, la nube y la inteligencia artificial. El punto de Dragui es que si la IA es la tecnología clave en todas las categorías, la debilidad europea en ella puede hacer que perdamos incluso las industrias en las que somos líderes.
La AI Act no sólo penaliza crear IA en Europa, también vamos a tener una IA de segunda porque las estadounidenses vendrán capadas o más tarde. GPDR y AI Act son inconsistentes, se solapan y generan incertidumbre.
Como dice Dragui, se plantean para prevenir hipotéticos y a menudo inconcretos riesgos, pero su impacto negativo en la economía es seguro. La barrera regulatoria europea no sólo está impidiendo que las empresas de la UE se vean incentivadas para el desarrollo y la adopción de IA de vanguardia sino que, como hemos comentado por aquí, está perjudicando a las pequeñas y consolidando a las big tech.
En alguna conferencia he intentado explicar que las visiones apocalípticas con la inteligencia artificial parten con una ventaja: el meme de Terminator (el miedo a sobrepasarnos con nuestra creación, lo cual acarreará un peligro existencial y tremebundo) es mucho más sexy, nos conquista y nos emociona mucho más que el de “tenemos unos chatbots con nos ayudan con la productividad en los trabajos de oficina”. El terreno sociocultural actual, más conscientes de las externalidades negativas de la digitalización y refrectario al tecnooptimismo, ayuda al rechazo de más tecnología.
En este escenarioa, la Unión Europea cayó en un pánico moral y desde él legisló preventivamente en inteligencia artificial. De ahí se derivó que vamos a un mundo con dos velocidades en IA, con Europa por detrás.
Ni crearemos las empresas ni los modelos de inteligencia artificial. Ni las más avanzadas llegarán a Europa o lo harán más tarde y posiblemente capadas. Es lo que hemos decidido. Y la tesis de Mario Dragui es que probablemente hemos decidido mal. Los riesgos que estamos evitando eran plausibles, algunos disparatados. El tiro en el pie de nuestro progreso y economía es seguro.
Apéndice: el informe cubre mucho más, ¡son más de 1200 páginas en dos documentos!. Apuntes extra en el hilo de Eva Poptcheva, el propio Mario en The Economist, Daniel Viaña en El Mundo (al que matizaría, Dragui en su informe no dice que los 800000 millones de inversión tengan que venir todos de dinero público, dice que no llegará sólo con inversión privada. Los estados deberían gastar un extra de entre el 1 y el 2% del PIB).