Con la inteligencia artificial las grandes tecnológicas por fin se libran de la disrupción de las startups
La inteligencia artificial es extremadamente cara de entrenar y ejecutar, requiere muchos datos, energía y capacidad de computación. Es decir, mucho capital. La barrera de entrada está muy alta
El relato habitual es que la innovación tecnológica es la oportunidad de los pequeños de desafiar a los grandes establecidos. La famosa “disrupción”, por la que una startup ágil, arriesgada, sin burocracia y sin una posición de mercado que defender se hace un hueco y desplaza a la corporación anquilosada y refrectaria al cambio.
Con la inteligencia artificial, cada vez estoy más convencido, va a suceder lo contrario.
Los modelos grandes de IA que se lanzarán a finales de 2024 o principios del próximo año, están suponiendo una inversión cercana a los mil millones de dólares. Dario Amodei, CEO de Anthropic, estima que en 2026 llegaremos a que entrenar los grandes modelos costará 5000 o 10000 millones de dólares.
Circulan más cifras, como las de Google invirtiendo más de 100000 millones de dólares en estos años desarrollando su tecnología de inteligencia artificial, según Demis Hassabis, CEO de Deepmind.
La últimas en esta línea son las de la posible futura ronda de inversión de OpenAI. Una en la que valorarían a la compañia precisamente en 100000 millones de dólares y en la que enrtarían como socios Apple y Nvidia, repitiendo Microsoft.
El terreno de juego de los modelos más avanzado parece que está claro. La inteligencia artificial es extremadamente cara de entrenar y ejecutar, requiere muchos datos, energía y capacidad de computación. Es decir, mucho capital, con lo que la barrera de entrada está muy alta.
El riesgo no es tanto que la IA “no sirva para nada” como que funcione en condiciones de una rentabilidad que justifique la inversión
Además hay que sumar que la rentabilidad de los servicios basados en IA está por ver. Ganan dinero los que hacen de plataforma para que otros construyan las aplicaciones: Nvidia con sus chips, Microsoft con Azure, Dell con servidores, etc... En el sector están quedando en pie los que tienen mucho músculo y capacidad de asumir un gran riesgo: no tanto que la IA “no sirva para nada” como que funcione en condiciones de una rentabilidad que justifique la inversión.
El por qué toda esta situación es especialmente problemática lo intenté explicar en TED. Estamos ante una reedición, ampliada y agravada, de la situación a la que hemos llegado con la concentración en internet. Mucho poder en muy pocas manos: qué ideología va a impregnar los pocos modelos grandes de mejor nivel, qué estará permitido crear o expresar con las herramientas creativas de IA, quién y por cuánto podrá utilizarlas, cuánto valor capturarán los distintos actores necesarios para que la inteligencia artificial funcione, cómo de desigual va a resultar la sociedad tras ello.
Un añadido a esta situación. Regulaciones como las de la Unión Europea que, partiendo de un pánico moral establecen barreras de entrada burocráticas con un potente régimen sancionador, no hacen sino reforzar que la inteligencia artificial va a consolidar la ventaja y la posición de poder de las grandes tecnológicas. Frente a la startup, la gran empresa navega mucho mejor la burocracia, ligitar y negociar con la UE.
Sospecho, además, de que luego vendrá el proceso habitual de la Unión Europea. Llantos y preocupación por el poder acumulado por las big tech (algo en lo que tienen razón), medidas más o menos efectivas y molestas para todos en el sector y seguir enredados en más burocracia, legislación confusa e incertidumbre mientras los años y el futuro pasan por delante.
Hay un escenario en el que las grandes tecnológicas controlan la capa de plataforma de la IA (hardware, modelos grandes y cloud) mientras que hay espacio para los nuevos actores en la capa de aplicación. El símil sería que Apple, Google y Microsoft controlan los sistemas operativos y sus tiendas de apliaciones, pero que en estas se pueden colar millones de actores y alguno de ellos subir a la categoría de gigante (véase Meta o Tiktok).
Incluso de eso empiezo a dudar. No está claro en qué facetas el agente especializado (pensemos en una IA que se centre en cocinar u otra de asesoramiento deportivo) va a ganar a la generalista, el gran asistente sabelotodo que además estará a un click: integrado en el móvil, las gafas o en tu aplicación de mensajería.
El relato de las startups capaces de ser disruptoras del status quo se tambalea. Casos como los de Noam Shazeer y Daniel De Freitas con Character.AI o de Mustafa Suleyman con Inflection creo que ilustran bien el panorama. Tienen en común formar parte del mejor talento en inteligencia artificial (Shazeer firmó en el famoso paper de los transformers, Mustafa fue cofundador de Deepmind) y también, en las últimas semanas, el acabar su etapa emprendedora para volver a la gran corporación para seguir haciendo IA.
El otro escenario que podría provocar un reequilibrio en la posición de poder de las grandes tecnológicas es un fuerte impulso de modelos abiertos, sean estrictamente open source o se acerquen. Da para un amplio debate, pero no soy optimista por la regulación en marcha (no sólo Europa, también California) y el capital necesario. Aunque Llama de Meta y Flux se están haciendo un hueco importante, en la opinión pública cada vez más voces abogan por ofuscar y controlar.
En digital se ha ido cumpliendo que la innovación provocaba cambios en la cadena de valor de las industrias, permitía la aparición de nuevos actores mientras desafiaba la posición de los incumbentes. Pensemos en la primera aparición de la web, luego en el salto al móvil y se nos ocurrirán mil ejemplos.
Con la inteligencia artificial todo indica que el relato de la disrupción de la startup no se va a cumplir. Y si lo hace será de manera excepcional. La IA, por su naturaleza y como se está desarrollando, está cimentando la posición de poder de las empresas tecnológicas más grandes.