Castigos extraños del Código Teodosiano
En el año 429 d.C., el emperador romano Teodosio II, junto con su coemperador Valentiniano III, creó una comisión para redactar todas las leyes del ... The post Castigos extraños del Código Teodosiano appeared first on La piedra de Sísifo.
En el año 429 d.C., el emperador romano Teodosio II, junto con su coemperador Valentiniano III, creó una comisión para redactar todas las leyes del Imperio romano desde el año 312, incluidas todas las de los emperadores cristianos. El resultado fue el Código Teodosiano, una colección de 16 libros, publicada en el 438 y que entró en vigor en las partes oriental y occidental del imperio al año siguiente. Además de recoger más de 2.500 constituciones emitidas entre el 313 y el 437, se omitieron disposiciones frases superfluas que se consideraban obsoletas y se hicieron ciertas adiciones, enmiendas y alteraciones.
En su libro El triunfo del cristianismo: cómo una religión prohibida arrasó en el mundo, el erudito bíblico Bart Ehrman enumera algunos de los castigos más extraños incluidos en el códice:
- A los burócratas imperiales que aceptaban sobornos se les cortaban las manos.
- A los guardianes ineficaces de las muchachas seducidas se les debía echar plomo fundido por la garganta.
- Los recaudadores de impuestos que trataran a las mujeres delincuentes con rudeza debían «ser ejecutados con torturas exquisitas».
- Cualquiera que sirviera de informante debía ser estrangulado y «la lengua de la envidia debía ser cortada de raíz y arrancada».
- Los esclavos que denunciaran a sus amos debían ser crucificados.
- Cualquiera que sea culpable de parricidio «no será sometido a la espada ni al fuego ni a ninguna otra pena habitual, sino que será cosido en un saco de cuero y, confinado en su recinto mortal, compartirá la compañía de las serpientes» y luego será arrojado a un río o al océano.
James Joyce evidentemente estaba familiarizado con el Código Teodosiano, ya que se refiere a él en Retrato del artista adolescente (capítulo 3, durante la parte en la que el sacerdote describe los tormentos del infierno a los niños de la escuela): «En los tiempos antiguos era costumbre castigar al parricida, al hombre que había levantado su mano asesina contra su padre, arrojándolo a las profundidades del mar en un saco en el que se metían un gallo, un mono y una serpiente. La intención de los legisladores que redactaron esta ley, que parece cruel en nuestros tiempos, era castigar al criminal con la compañía de bestias dañinas y odiosas».
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