¿Cuáles son los efectos sobre el clima y las plantas tras el choque de un asteroide contra la Tierra? Los científicos responden
El asteroide 2024 YR4, descubierto el pasado mes de diciembre, ha puesto de moda la información sobre las rocas espaciales que pululan a nuestro alrededor. El hecho de que los principales organismos espaciales hayan averiguado que esta 'piedra', que podría llegar a medir 100 metros de diámetro, tiene 1,2 por ciento de probabilidades de chocar contra la Tierra el próximo 22 de diciembre de 2032 ha hecho emerger toda clase de preguntas, desde cómo de usuales son este tipo de avisos de cuerpos espaciales «potencialmente peligrosos» a qué pasaría si, efectivamente, alguno de ellos impactara contra nosotros. Sin embargo, los científicos ya llevan años preocupándose por nuestra seguridad espacial: sobre todo en la última década, astrónomos y astrofísicos han publicado cientos de estudios destinados a conocer más este eventual fenómeno que ya ha ocurrido varias veces en el pasado (si no, que se lo digan a los dinosaurios ). En medio de esta vorágine, un grupo de investigadores coreanos del Centro IBS de Física del Clima (ICCP) de la Universidad Nacional de Pusan (Corea del Sur) acaba de publicar un estudio en la revista ' Science Advances ' en el que presentan un nuevo escenario de cómo cambiarían el clima y la vida en nuestro planeta en respuesta a un posible impacto futuro de un asteroide de tamaño mediano de unos 500 metros de longitud, cinco veces más grande que 2024 YR4. Y pese a que los científicos aseguran que para YR4 el daño sería local, en el caso de una roca mucho más imponente -si bien considerada de tamaño medio en el caso de los asteroides-, las consecuencias serían catastróficas. Para determinar los posibles efectos del impacto de un asteroide sobre el clima y la vida (en concreto, sobre las plantas terrestres y el plancton en el océano), los investigadores del ICCP utilizaron un programa de modelación del clima al que introdujeron una inyección masiva de varios cientos de millones de toneladas en la atmósfera, lo que representaban las consecuencias del choque de este 'monstruo' espacial de 500 metros de envergadura. A diferencia de estudios anteriores, la nueva investigación también contemplaba ecosistemas terrestres y marinos, así como las complejas reacciones químicas atmosféricas. Utilizando la supercomputadora IBS Aleph, los investigadores ejecutaron varios escenarios de impacto de polvo para una colisión de asteroides tipo Bennu , una roca espacial real del tamaño del Empire State Building y también potencialmente peligroso para la Tierra (si bien con menos probabilidad que YR4, situándose en el 0,037 por ciento). Según estos modelos, al inyectar de 100 a 400 millones de toneladas de polvo en la atmósferas, las simulaciones muestran «alteraciones dramáticas» en el clima, la química atmosférica y la fotosíntesis global en los tres o cuatro años posteriores al impacto. En el peor de los escenarios, el oscurecimiento solar provocado por el polvo «causaría un enfriamiento de la superficie global de hasta 4˚C, una reducción de la precipitación media global del 15 por ciento y un agotamiento severo del ozono de aproximadamente el 32 por ciento», dicen los autores, que matizan, no obstante, que «a nivel regional estos impactos podrían ser mucho más pronunciados». «El abrupto invierno de impacto generaría condiciones climáticas desfavorables para el crecimiento de las plantas, lo que provocaría una reducción inicial del 20 al 30 por ciento de la fotosíntesis en los ecosistemas terrestres y marinos. Esto probablemente causaría enormes perturbaciones en la seguridad alimentaria mundial», afirma Lan Dai, investigador postdoctoral en el ICCP y autor principal del estudio. Pero hubo sorpresas: el crecimiento del plancton mostraba un comportamiento completamente diferente. En lugar de la rápida reducción y la lenta recuperación de dos años en tierra, el plancton en el océano se recuperaba en tan solo seis meses e incluso aumentaba después hasta niveles nunca vistos en condiciones climáticas normales. «Hemos podido rastrear esta respuesta inesperada a la concentración de hierro en el polvo», dice el profesor Axel Timmermann, director del ICCP y coautor del estudio. El hierro es un nutriente clave para las algas, pero en algunas áreas, como el océano Austral y el Pacífico tropical oriental, su abundancia natural es muy baja. Dependiendo del contenido de hierro del asteroide y del material terrestre que se lanza a la estratosfera, las regiones que de otro modo estarían empobrecidas en nutrientes pueden enriquecerse con hierro biodisponible, lo que a su vez desencadena floraciones de algas sin precedentes. Según las simulaciones por ordenador, el aumento de la productividad marina después de la colisión sería más pronunciado para las algas ricas en silicato, conocidas como diatomeas. Sus floraciones también atraerían grandes cantidades de zooplancton, pequeños depredadores que se alimentan de las diatomeas. «Las floraciones excesivas simuladas de fitoplancton y zooplancton podrían ser una bendición para la bios
El asteroide 2024 YR4, descubierto el pasado mes de diciembre, ha puesto de moda la información sobre las rocas espaciales que pululan a nuestro alrededor. El hecho de que los principales organismos espaciales hayan averiguado que esta 'piedra', que podría llegar a medir 100 metros de diámetro, tiene 1,2 por ciento de probabilidades de chocar contra la Tierra el próximo 22 de diciembre de 2032 ha hecho emerger toda clase de preguntas, desde cómo de usuales son este tipo de avisos de cuerpos espaciales «potencialmente peligrosos» a qué pasaría si, efectivamente, alguno de ellos impactara contra nosotros. Sin embargo, los científicos ya llevan años preocupándose por nuestra seguridad espacial: sobre todo en la última década, astrónomos y astrofísicos han publicado cientos de estudios destinados a conocer más este eventual fenómeno que ya ha ocurrido varias veces en el pasado (si no, que se lo digan a los dinosaurios ). En medio de esta vorágine, un grupo de investigadores coreanos del Centro IBS de Física del Clima (ICCP) de la Universidad Nacional de Pusan (Corea del Sur) acaba de publicar un estudio en la revista ' Science Advances ' en el que presentan un nuevo escenario de cómo cambiarían el clima y la vida en nuestro planeta en respuesta a un posible impacto futuro de un asteroide de tamaño mediano de unos 500 metros de longitud, cinco veces más grande que 2024 YR4. Y pese a que los científicos aseguran que para YR4 el daño sería local, en el caso de una roca mucho más imponente -si bien considerada de tamaño medio en el caso de los asteroides-, las consecuencias serían catastróficas. Para determinar los posibles efectos del impacto de un asteroide sobre el clima y la vida (en concreto, sobre las plantas terrestres y el plancton en el océano), los investigadores del ICCP utilizaron un programa de modelación del clima al que introdujeron una inyección masiva de varios cientos de millones de toneladas en la atmósfera, lo que representaban las consecuencias del choque de este 'monstruo' espacial de 500 metros de envergadura. A diferencia de estudios anteriores, la nueva investigación también contemplaba ecosistemas terrestres y marinos, así como las complejas reacciones químicas atmosféricas. Utilizando la supercomputadora IBS Aleph, los investigadores ejecutaron varios escenarios de impacto de polvo para una colisión de asteroides tipo Bennu , una roca espacial real del tamaño del Empire State Building y también potencialmente peligroso para la Tierra (si bien con menos probabilidad que YR4, situándose en el 0,037 por ciento). Según estos modelos, al inyectar de 100 a 400 millones de toneladas de polvo en la atmósferas, las simulaciones muestran «alteraciones dramáticas» en el clima, la química atmosférica y la fotosíntesis global en los tres o cuatro años posteriores al impacto. En el peor de los escenarios, el oscurecimiento solar provocado por el polvo «causaría un enfriamiento de la superficie global de hasta 4˚C, una reducción de la precipitación media global del 15 por ciento y un agotamiento severo del ozono de aproximadamente el 32 por ciento», dicen los autores, que matizan, no obstante, que «a nivel regional estos impactos podrían ser mucho más pronunciados». «El abrupto invierno de impacto generaría condiciones climáticas desfavorables para el crecimiento de las plantas, lo que provocaría una reducción inicial del 20 al 30 por ciento de la fotosíntesis en los ecosistemas terrestres y marinos. Esto probablemente causaría enormes perturbaciones en la seguridad alimentaria mundial», afirma Lan Dai, investigador postdoctoral en el ICCP y autor principal del estudio. Pero hubo sorpresas: el crecimiento del plancton mostraba un comportamiento completamente diferente. En lugar de la rápida reducción y la lenta recuperación de dos años en tierra, el plancton en el océano se recuperaba en tan solo seis meses e incluso aumentaba después hasta niveles nunca vistos en condiciones climáticas normales. «Hemos podido rastrear esta respuesta inesperada a la concentración de hierro en el polvo», dice el profesor Axel Timmermann, director del ICCP y coautor del estudio. El hierro es un nutriente clave para las algas, pero en algunas áreas, como el océano Austral y el Pacífico tropical oriental, su abundancia natural es muy baja. Dependiendo del contenido de hierro del asteroide y del material terrestre que se lanza a la estratosfera, las regiones que de otro modo estarían empobrecidas en nutrientes pueden enriquecerse con hierro biodisponible, lo que a su vez desencadena floraciones de algas sin precedentes. Según las simulaciones por ordenador, el aumento de la productividad marina después de la colisión sería más pronunciado para las algas ricas en silicato, conocidas como diatomeas. Sus floraciones también atraerían grandes cantidades de zooplancton, pequeños depredadores que se alimentan de las diatomeas. «Las floraciones excesivas simuladas de fitoplancton y zooplancton podrían ser una bendición para la biosfera y ayudar a aliviar la inseguridad alimentaria emergente relacionada con la reducción más duradera de la productividad terrestre», agrega Dai. «De media, los asteroides de tamaño mediano chocan con la Tierra cada 100.000 a 200.000 años aproximadamente. Esto significa que nuestros primeros antepasados humanos pueden haber experimentado algunos de estos eventos, con posibles impactos en la evolución humana e incluso en nuestra propia composición genética», afirma por su parte Timmermann. De hecho, el próximo paso será estudiar con más detalle las primeras respuestas humanas a tales eventos. Para ello, usarán de nuevo modelos informáticos que simularán a los humanos individuales, sus ciclos de vida y su búsqueda de alimentos.
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