Fernanda Trías escribe de una violencia sobre el cuerpo de la mujer "inseparable" de la violencia sobre territorio
La escritora uruguaya, autora de 'La mugre rosa', continúa el impulso de su anterior novela para zambullirse en un texto ecologista que profundiza en la relación de la mujer con la naturalezaLa amiga Maribel de Ojete Calor se llama Pepa, y convertirse en actriz a los 70 años le cambió la vida A la autora uruguaya Fernanda Trías le pasó algo sorprendente para ella misma al terminar de escribir su novela Mugre rosa (Random House, 2021). En lugar de tomarse el habitual descanso entre libro y libro, sintió la necesidad de continuar con la escritura, como si tuviera un torrente de palabras en su interior que debía dejar salir. De esa inercia nació El monte de las furias, el trabajo que acaba de publicar con la misma editorial. Si el título anterior –que ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz y la nominación a los National Book Awards estadounidenses– presentaba un mundo distópico al borde del colapso, ahora ofrece una historia de esperanza camuflada. “Sentía que no había profundizado lo suficiente en el tema de la relación de la mujer con la naturaleza”, explica a elDiario.es en Barcelona. Después de una novela en la que el escenario era una ciudad asolada por una catástrofe medioambiental, ha colocado a su nueva protagonista en una pequeña casa de la montaña en donde trabaja como cuidadora de un cerco eléctrico. El único vecino cercano y con el que tiene contacto es el Celador, otro empleado que habita en una minúscula caseta medio kilómetro más abajo. De vez en cuando, él baja al pueblo a comprar pero ella no abandona el monte. Vive acompañada por los pensamientos que plasma en sus cuadernos y, cada cierto tiempo, recibe la visita de dos testigas de Jehová que intentan convencerla de que conozca su Paraíso. Pero ella no necesita buscar más porque ya ha encontrado el suyo. Según Trías, hasta ahora la narrativa sobre la naturaleza siempre ha estado en manos de los hombres. Además, los entornos de monte o selva están ligados a lo masculino pero en la realidad no es así o, al menos, no del todo. “En América Latina hay muchas mujeres que tienen que estar en contacto con un paisaje que es realmente inhóspito, porque el viento es brutal y te mata, pero cuando sale el sol también te mata”, desarrolla. “Y hay mujeres muy rudas que son muy resistentes física y psicológicamente a todas estas condiciones. Por eso quería poner a la protagonista en ese lugar”. La montaña es mujer De hecho, esa protagonista (no tiene nombre) no es el único personaje femenino de la novela porque la montaña también tiene su propia voz y es de mujer. Esa entidad lleva ahí desde tiempos inmemoriales y ha visto todos los cambios producidos por los humanos como la construcción de las ciudades o el extractivismo que la ataca directamente a ella. Pero también ha sido testigo de todos los desastres como las masacres o los terremotos que cambiaron las vidas de las personas que viven en conflicto con el medio que les rodea: lo destruyen para poder vivir a la vez que necesitan cuidarlo para no morir. La ilógica del neoliberalismo que rige el funcionamiento del mundo y que se evidencia en el libro, que tiene un carácter marcadamente ecologista. La autora sostiene que debe haber un cambio en el cuidado de la Tierra pero no sabe cómo se podría implementar. “Si queremos recuperar el planeta se necesita otro paradigma que no puede ser el patriarcal y capitalista de ahora, porque es destrucción pura”, defiende. “Por eso no podemos pensar temas como los feminicidios separados de la destrucción del medio ambiente. Toda la violencia que se ejerce sobre el cuerpo de la mujer es la misma que se ejerce sobre el cuerpo del territorio”. En su novela, la protagonista consiguió posicionarse en el mundo, cambiar su paradigma, al aislarse de todo en la montaña. Encontró su utopía, pero tuvo que salirse del sistema. Trías escribió El monte de las furias antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y su desvinculación del pacto climático global. Las perspectivas previas a su mandato no eran buenas, pero ahora son mucho peores. Sin embargo, la escritora hace gala de un optimismo inusual en estos días pero que tampoco cae en lo naif. “Siento que el fin del Imperio americano hace tiempo que empezó y que ahora estamos viendo la decadencia final. Es un momento muy oscuro porque no se ve la luz al final del túnel, pero quiero pensar que algo va a cambiar porque no se puede sostener más”, dice. Considera que se trata de un ejercicio de perspectiva histórica, porque toda época ha tenido periodos de destrucción que parecían no tener fin y que finalmente se superaron. “Creo que cada generación vivió una especie de fin del mundo que no sucedió o me quiero aferrar a eso”, afirma. La extensión de los cuidados Otra capa importante de la novela, que está compuesta de muchas, es la de la maternidad desde diferentes perspectivas. Por un lado, trata el
La escritora uruguaya, autora de 'La mugre rosa', continúa el impulso de su anterior novela para zambullirse en un texto ecologista que profundiza en la relación de la mujer con la naturaleza
La amiga Maribel de Ojete Calor se llama Pepa, y convertirse en actriz a los 70 años le cambió la vida
A la autora uruguaya Fernanda Trías le pasó algo sorprendente para ella misma al terminar de escribir su novela Mugre rosa (Random House, 2021). En lugar de tomarse el habitual descanso entre libro y libro, sintió la necesidad de continuar con la escritura, como si tuviera un torrente de palabras en su interior que debía dejar salir. De esa inercia nació El monte de las furias, el trabajo que acaba de publicar con la misma editorial. Si el título anterior –que ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz y la nominación a los National Book Awards estadounidenses– presentaba un mundo distópico al borde del colapso, ahora ofrece una historia de esperanza camuflada.
“Sentía que no había profundizado lo suficiente en el tema de la relación de la mujer con la naturaleza”, explica a elDiario.es en Barcelona. Después de una novela en la que el escenario era una ciudad asolada por una catástrofe medioambiental, ha colocado a su nueva protagonista en una pequeña casa de la montaña en donde trabaja como cuidadora de un cerco eléctrico. El único vecino cercano y con el que tiene contacto es el Celador, otro empleado que habita en una minúscula caseta medio kilómetro más abajo. De vez en cuando, él baja al pueblo a comprar pero ella no abandona el monte. Vive acompañada por los pensamientos que plasma en sus cuadernos y, cada cierto tiempo, recibe la visita de dos testigas de Jehová que intentan convencerla de que conozca su Paraíso. Pero ella no necesita buscar más porque ya ha encontrado el suyo.
Según Trías, hasta ahora la narrativa sobre la naturaleza siempre ha estado en manos de los hombres. Además, los entornos de monte o selva están ligados a lo masculino pero en la realidad no es así o, al menos, no del todo. “En América Latina hay muchas mujeres que tienen que estar en contacto con un paisaje que es realmente inhóspito, porque el viento es brutal y te mata, pero cuando sale el sol también te mata”, desarrolla. “Y hay mujeres muy rudas que son muy resistentes física y psicológicamente a todas estas condiciones. Por eso quería poner a la protagonista en ese lugar”.
La montaña es mujer
De hecho, esa protagonista (no tiene nombre) no es el único personaje femenino de la novela porque la montaña también tiene su propia voz y es de mujer. Esa entidad lleva ahí desde tiempos inmemoriales y ha visto todos los cambios producidos por los humanos como la construcción de las ciudades o el extractivismo que la ataca directamente a ella. Pero también ha sido testigo de todos los desastres como las masacres o los terremotos que cambiaron las vidas de las personas que viven en conflicto con el medio que les rodea: lo destruyen para poder vivir a la vez que necesitan cuidarlo para no morir. La ilógica del neoliberalismo que rige el funcionamiento del mundo y que se evidencia en el libro, que tiene un carácter marcadamente ecologista.
La autora sostiene que debe haber un cambio en el cuidado de la Tierra pero no sabe cómo se podría implementar. “Si queremos recuperar el planeta se necesita otro paradigma que no puede ser el patriarcal y capitalista de ahora, porque es destrucción pura”, defiende. “Por eso no podemos pensar temas como los feminicidios separados de la destrucción del medio ambiente. Toda la violencia que se ejerce sobre el cuerpo de la mujer es la misma que se ejerce sobre el cuerpo del territorio”. En su novela, la protagonista consiguió posicionarse en el mundo, cambiar su paradigma, al aislarse de todo en la montaña. Encontró su utopía, pero tuvo que salirse del sistema.
Trías escribió El monte de las furias antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y su desvinculación del pacto climático global. Las perspectivas previas a su mandato no eran buenas, pero ahora son mucho peores. Sin embargo, la escritora hace gala de un optimismo inusual en estos días pero que tampoco cae en lo naif. “Siento que el fin del Imperio americano hace tiempo que empezó y que ahora estamos viendo la decadencia final. Es un momento muy oscuro porque no se ve la luz al final del túnel, pero quiero pensar que algo va a cambiar porque no se puede sostener más”, dice. Considera que se trata de un ejercicio de perspectiva histórica, porque toda época ha tenido periodos de destrucción que parecían no tener fin y que finalmente se superaron. “Creo que cada generación vivió una especie de fin del mundo que no sucedió o me quiero aferrar a eso”, afirma.
La extensión de los cuidados
Otra capa importante de la novela, que está compuesta de muchas, es la de la maternidad desde diferentes perspectivas. Por un lado, trata el conflicto materno-filial, muy marcado entre la protagonista y su progenitora pero también entre esta y su propia madre.
Y por otro, ofrece la visión de la mujer que no tiene la posibilidad de concebir. “¿Qué sentido tenía aquello? ¿Qué tipo de burla obligaba a las mujeres infértiles a seguir sangrando?”, se pregunta en determinado momento el personaje. “Me parece que se han escrito cosas extremadamente interesantes y necesarias sobre la maternidad, porque hay que reescribirla. Pero siento que no tanto sobre la imposibilidad de ser madre, con todos los conflictos que conlleva”, aclara.
En la novela se muestra también que hay otras maneras de maternar que no pasan por la concepción y el parto sino que tienen que ver con los cuidados. “Una cosa que propone el ecofeminismo y que me parece muy interesante es que el cuidado es algo que se debe derramar hacia todo, incluido lo no humano: hacia el medio ambiente, hacia los animales no humanos, hacia el mundo vegetal”, señala. De hecho, en el libro la montaña también es una figura maternal: “Nutre, le da de comer a todas estas criaturas, que mueren, son absorbidas y se reintegran al propio ciclo”.
Escribir es un acto de transgresión
Pero además del cuidado al exterior, también hay una referencia a lo que podría considerarse “autocuidado”. Cuando era pequeña y vivía en la ciudad con su madre, la protagonista adoraba ir a la escuela, aprender. Pero en determinado momento, su progenitora decide que no va a volver y su educación reglada se termina. Sin embargo, ella mantiene su afición por la escritura y llena cuadernos con los pensamientos que traza. No tiene un objetivo más allá que el de la propia acción, no piensa en publicar sus memorias ni nada por el estilo. Pero plasmar en el papel las cosas que le ocurren es una forma de mantener su salud mental en un entorno que a veces es hostil, sobre todo cuando los hombres hacen acto de presencia.
“Históricamente, para las mujeres escribir ha sido un acto de trasgresión, porque en lugar de estar escribiendo deberíamos de estar haciendo otras cosas”, discurre Trías, “y creo que a día de hoy, de alguna manera sigue siendo así cuando nosotras decimos que vamos a escribir, vamos a publicar y nos vamos a apropiar del mundo literario sin vergüenza”. El impulso de la protagonista también es transgresor: para ella, considerarse una ignorante por no haber estudiado más es una herida en su autoestima y, aun así, decide coger el lápiz. Al principio, muestra una gran inseguridad e incluso se critica a sí misma, pero después toma carrerilla y se apropia de la escritura como una herramienta que le pertenece. “Yo no quería que fuese una novela en la que solo yo narraba, sino que quería que hubiese una mujer que estuviese escribiendo activamente y empoderándose”, remarca.
En las notas finales del volumen, Trías comenta que en el último fragmento de la página 23 está tomado y adaptado libremente del Popol Vuh, también conocido como Libro sagrado de los mayas. Para la escritora, en este documento se puede comprobar que para encontrar una nueva forma de relacionarse con el medioambiente no hace falta imaginar escenarios futuristas porque se puede aprender de cómo lo hicieron los antepasados. “Para ellos la misión del ser humano era llegar al mundo para cuidarlo, no para destruir. Ser sus guardianes y asegurarse de que las cosas sigan existiendo para que las nuevas generaciones las sigan teniendo. Ahí es donde nace la esperanza”, concluye.