En medio ambiente, todos pierden

En su discurso inaugural, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, aseguró: “¡Venceremos!”. La pregunta sin contestar es: ¿a quién? Aparentemente a China, no a su arsenal militar, sino a su poderío comercial. Es una visión que completa su lema de campaña: “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”. La inevitable inferencia es que la prosperidad de una nación solo puede medirse por la superioridad sobre otras, y, lo que es más desolador, que solo se puede ganar si otros pierden. Debemos recordar que, aunque en los razonamientos del materialismo dialéctico, unos ganan porque otros pierden, en la tragedia griega clásica, todos pierden. Muy lejos de La riqueza de las naciones de Adam Smith, donde se vislumbraba la idea de un crecimiento económico donde todos ganan, que la segunda mitad del siglo XX demostró era posible. ¿Cuál fue su límite? El cielo… es decir, las externalidades en forma de emisiones de CO2 liberadas a la atmósfera que están causando el cambio climático. Precisamente, la otra muestra de unilateralismo confrontativo del discurso de Trump consistió en declarar el inmediato abandono del Acuerdo de París, es decir, el compromiso del conjunto de las naciones para reducir las emisiones de dióxido de carbono. En el mismo discurso prometió medidas para facilitar mayor extracción de petróleo, incluso abriendo áreas protegidas de Alaska, y dedicó irónicos comentarios contra la energía eólica (que es verde), en la que la industria china es líder.Si la invasión de Ucrania por parte de Putin canceló instantáneamente la agenda de la cooperación ambiental del siglo XXI y produjo el regreso a la agenda de la confrontación del siglo XX, la plataforma política de Trump posterga al menos cuatro años toda posibilidad de políticas contra el cambio climático, que por su estructura, solo pueden alcanzarse por el acuerdo y cooperación entre todas las naciones. El planeta ya ha alcanzado un aumento de 1,5°C sobre las temperaturas medias preindustriales. Parece ahora inevitable un aumento de 2,5°C en este siglo y nada improbable llegar a +3°, temperaturas que implican cambios irreversibles de carácter catastrófico para las poblaciones humanas. Si los EE.UU. ganaran la batalla imaginada por Trump, sería una victoria pírrica, porque se trataría de alguna clase de hegemonía sobre un planeta devastado por desastres naturales incontrolables.Quizá los primeros perdedores sean los países más pobres y las poblaciones más vulnerables, pero si algún significado tienen los recientes incendios de Los Ángeles es que han afectado los barrios de los más ricos entre los más ricos. No se trata tanto de los 57.000 millones de dólares en pérdidas económicas, la pérdida de comunidades, recuerdos y hogares, sino de la pérdida de la sensación de seguridad y prosperidad. La nueva sensación de vulnerabilidad emerge por la ruptura de los equilibrios que por muchos años habían mantenido seguras ciudades y regiones, ahora amenazadas por eventos extremos. Desde este punto de vista, cualquiera sea el resultado de las políticas de Trump, todos pierden.ßMiembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente, profesor en la Universidad Torcuato Di Tella

Feb 6, 2025 - 04:56
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En medio ambiente, todos pierden

En su discurso inaugural, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, aseguró: “¡Venceremos!”. La pregunta sin contestar es: ¿a quién? Aparentemente a China, no a su arsenal militar, sino a su poderío comercial. Es una visión que completa su lema de campaña: “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”. La inevitable inferencia es que la prosperidad de una nación solo puede medirse por la superioridad sobre otras, y, lo que es más desolador, que solo se puede ganar si otros pierden.

Debemos recordar que, aunque en los razonamientos del materialismo dialéctico, unos ganan porque otros pierden, en la tragedia griega clásica, todos pierden. Muy lejos de La riqueza de las naciones de Adam Smith, donde se vislumbraba la idea de un crecimiento económico donde todos ganan, que la segunda mitad del siglo XX demostró era posible. ¿Cuál fue su límite? El cielo… es decir, las externalidades en forma de emisiones de CO2 liberadas a la atmósfera que están causando el cambio climático. Precisamente, la otra muestra de unilateralismo confrontativo del discurso de Trump consistió en declarar el inmediato abandono del Acuerdo de París, es decir, el compromiso del conjunto de las naciones para reducir las emisiones de dióxido de carbono. En el mismo discurso prometió medidas para facilitar mayor extracción de petróleo, incluso abriendo áreas protegidas de Alaska, y dedicó irónicos comentarios contra la energía eólica (que es verde), en la que la industria china es líder.

Si la invasión de Ucrania por parte de Putin canceló instantáneamente la agenda de la cooperación ambiental del siglo XXI y produjo el regreso a la agenda de la confrontación del siglo XX, la plataforma política de Trump posterga al menos cuatro años toda posibilidad de políticas contra el cambio climático, que por su estructura, solo pueden alcanzarse por el acuerdo y cooperación entre todas las naciones. El planeta ya ha alcanzado un aumento de 1,5°C sobre las temperaturas medias preindustriales. Parece ahora inevitable un aumento de 2,5°C en este siglo y nada improbable llegar a +3°, temperaturas que implican cambios irreversibles de carácter catastrófico para las poblaciones humanas. Si los EE.UU. ganaran la batalla imaginada por Trump, sería una victoria pírrica, porque se trataría de alguna clase de hegemonía sobre un planeta devastado por desastres naturales incontrolables.

Quizá los primeros perdedores sean los países más pobres y las poblaciones más vulnerables, pero si algún significado tienen los recientes incendios de Los Ángeles es que han afectado los barrios de los más ricos entre los más ricos. No se trata tanto de los 57.000 millones de dólares en pérdidas económicas, la pérdida de comunidades, recuerdos y hogares, sino de la pérdida de la sensación de seguridad y prosperidad. La nueva sensación de vulnerabilidad emerge por la ruptura de los equilibrios que por muchos años habían mantenido seguras ciudades y regiones, ahora amenazadas por eventos extremos. Desde este punto de vista, cualquiera sea el resultado de las políticas de Trump, todos pierden

Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente, profesor en la Universidad Torcuato Di Tella