Una pared sólo son cuatro líneas sostenidas por una mirada
La nueva novela de Edgar Borges nos habla de la desaparición de unos niños, de las pesquisas para descubrir su paradero y, sobre todo, de los abusos cometidos contra ellos antes de desaparecer. Una novela en la que la vida tiene un orden circular. En este Making Of, Edgar Borges reconstruye el origen de Los... Leer más La entrada Una pared sólo son cuatro líneas sostenidas por una mirada aparece primero en Zenda.
La nueva novela de Edgar Borges nos habla de la desaparición de unos niños, de las pesquisas para descubrir su paradero y, sobre todo, de los abusos cometidos contra ellos antes de desaparecer. Una novela en la que la vida tiene un orden circular.
En este Making Of, Edgar Borges reconstruye el origen de Los expulsados (Berenice).
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A la muerte de su amigo Michele Besso, Albert Einstein consoló a su viuda con las siguientes palabras: «Ahora ha partido de este extraño mundo un poco antes que yo. Eso no significa nada. Para los que creemos en la física, la distinción entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión obstinadamente persistente».
¿Por qué para algunos filósofos discutir sobre la nada es un sin sentido y para otros es aceptar nuestra ubicación ante el vacío? ¿Es el vacío necesariamente un abismo o acaso un puente? ¿Es la nada la inexistencia de un objeto?
Una niña caminaba con su padre mientras comía un algodón de azúcar. Los dos atravesaban una de las calles comerciales del centro de la ciudad. La niña le señaló al padre un cesto de frutas dibujado en la vidriera de un local.
—¡Mira papá, un limón!
—Yo creo que es una naranja —respondió el padre.
La niña señaló con más fuerza.
—¡Es un limón!
—Mira bien, pequeña, es una naranja.
Ante la insistencia de la niña, el algodón se le cayó al suelo.
—¡Que te digo que es un limón!
—¡Se te cayó el algodón!
—¡Es un limón, papá! ¿Me entiendes?
Sólo muchos años después, Marta entendió que la infancia se pierde cuando nos educan la mirada.
De niña fue una salvaje radical.
La naranja la convirtió en limón.
El algodón en una comunidad de duendes.
El padre en un vendedor de pastelería.
Y entonces aprendió que las milhojas gratis siempre llevan el doble de crema.
‘Una pared sólo son cuatro líneas sostenidas por una mirada’.
¿Dónde está mi libreta de viaje? ¿Era un diario?
¿Era un gato el animal que había en casa?
¿De qué color era el sofá? ¿Acaso era blanco?
*
Georges Perec pensaba que “Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse”. George Orwell en 1984 plantea el uso del lenguaje como una poderosa herramienta de control del pensamiento. La “neolengua” servía al régimen totalitario para construir una realidad adecuada a sus intereses ideológicos.
¿Diseña el poder una lengua neutra destinada a dirigir en extremo nuestro pensamiento?
¿Nos narran la realidad que aprendemos? ¿Acaso tenemos espacio para crear otras posibilidades? ¿Es la saturación una forma de dominio? ¿En medio de un impacto tras otro qué puede crear el individuo extenuado?
¿Crear silencio es ahora más necesario que nunca? ¿Y los sentidos? ¿La velocidad ha atrofiado nuestros sentidos? ¿Quién ve por nosotros? ¿Y quién utiliza nuestra mirada? ¿Y el oído? ¿Cuánto de nuestra fortaleza humana estamos perdiendo en el inmediatismo tecnológico? ¿De la trascendencia a la fugacidad hay otra forma de nada? ¿La caída sin posibilidad de salto? ¿El algoritmo nos enreda la mente o los pasos? ¿Cómo era la calle que abandonamos?
«Una pared sólo son cuatro líneas sostenidas por una mirada».
Para Edgar Allan Poe la creación literaria era similar a crear una sinfonía. Las palabras necesarias para darle sonoridad a lo inexistente. Literatura, filosofía de una composición. Arthur Rimbaud decía que «el poeta se hace vidente por medio de un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos». Virginia Woolf consideraba que “Una buena novela es cualquier novela que le hace a uno pensar o sentir. Tiene que meter el cuchillo entre junturas del cuero con el que la mayoría de nosotros estamos recubiertos. Tiene que ponernos quizás incómodos y ciertamente alerta”. Se preguntaba Julio Cortázar: “¿Qué es madurar?” A lo que él mismo se respondía: “Es una operación selectiva de la inteligencia que va optando cada vez más por cosas consideradas como importantes, dejando de lado otras. Para el adulto deja de ser importante jugar a la rayuela y pasa a ser importante pagar el alquiler. El niño, como a lo mejor ni sabe lo que es el alquiler, juega a la rayuela como algo muy importante”.
Poe, Rimbaud, Woolf, Cortázar. ¿Y qué cuenta el libro que repite las normas del orden establecido? ¿La réplica de lo existente? ¿Una venta argumentada de la realidad? ¿Qué ocurre cuando el escritor respeta el cuadro que diseña el poder? ¿Qué pasa cuando el argumento se repite en serie? ¿Se convierte el escritor en un notario del orden establecido? ¿El libro como réplica de la rutina aprendida? ¿Literatura para adormecer o literatura para conmocionar? ¿Es la realidad absoluta el cuadro ideal de ejecución del poder? ¿La rueda invisible que marea? ¿La historia, tu historia, que te inventan? ¿El destino marcado en cuatro paredes que aniquila la imaginación? ¿Quién recuerda la infancia, el último salto, el vuelo fantástico más allá del regaño del mundo?
El niño y su madre jugaban a conseguir la letra A. De la escuela a la casa siempre había tirada alguna pequeña letra de metal; parecía que a todo el mundo se le perdieron todas las letras del abecedario, menos la A. En una misma semana llegaron a ver varias letras B, C, K, P, T o Z, pero nunca, durante más de un año de juego, hallaron la ansiada letra A.
«Una pared sólo son cuatro líneas sostenidas por una mirada».
¿A dónde fueron a parar mis hermanos?
¿Qué fue de la vida de mi madre?
¿Cómo se llamaba mi última escuela?
¿Era maestra la vecina de enfrente?
Decía Ana María Matute que “quien no inventa no vive”. Y ella, de niña, en tiempos de la guerra civil española, se escondía debajo de la cama para que los cuentos de su imaginación opacaran el estruendo de las bombas. Matute afirmó que “el bosque era el lugar al que me gustaba escapar en mi niñez y durante mi adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún, resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo; que existen rumores y sonidos totalmente desconocidos por los humanos, que existe el canto del bosque entero, donde residen infinidad de historias que jamás se han escrito y acaso nunca se escribirán.
Leyendo a Matute, pienso, ¿acaso será la nada la maravilla inatrapable de la naturaleza? ¿Es el descubrimiento de la nada una vía de liberación del individuo? ¿Es la ficción una defensa radical de la particularidad de la mirada?
La pelota que atravesó el ancho de la gran avenida.
Los bomberos que compraron aspirina en la farmacia.
La araña que surcaba edificios.
La oruga que se convirtió en mariposa.
El gato que corría la cortina de la ventana de enfrente.
La vecina, la primera mujer desnuda.
El universo, el silencio de la nada.
*
Rimbaud escribió: “Yo podría ser el niño abandonado en la escollera que partió hacia alta mar, el pequeño criado que recorre la alameda cuya frente toca el cielo”.
Rimbaud, Poe, Woolf, Orwell, Perec, Cortázar, Matute; el juego.
¿Cuántas farolas había en mi cuadra?
¿Por qué el eterno olor a ropa vieja?
¿Los sueños siguen siendo sueños cuando se crece?
¿En dónde estará el niño que sostenía paredes con la mirada?
Venir del salto es el origen, la infancia, el juego, la travesura interminable. El plantearme una serie de interrogantes a partir de pensar si de la infancia salimos expulsados, me hizo escribir la historia de tres niños (que también se hacen cincuentones) y de un cuarto individuo que quizá podría ser el lector. De este texto nace la novela Los expulsados.
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Autor: Edgar Borges. Título: Los expulsados. Editorial: Berenice. Venta: Todos tus libros.
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