Los futurólogos jamás han acertado en sus vaticinios sobre Madrid. Cuando Felipe II estableció en 1562 la capital de su monarquía universal en ella, algunos pensaron que era un arrebato del genial monarca, que según ellos no viviría lo suficiente para contemplar su asentamiento. Se equivocaron. Aunque la capitalidad retornó brevemente a Valladolid, entre 1606 y 1759, cuando Carlos III asumió como rey de España y sus Indias, procedente de la majestuosa Nápoles, no se debatió su centralidad en la monarquía hispana global. A golpe de reales resoluciones, su ruinoso urbanismo, pésima infraestructura y 'mal gusto barroco', fueron solucionados por el rey dentro de un programa de despotismo ilustrado que le confirió el conocido título de 'mejor alcalde'. El último...
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